»Sin embargo, en cuanto tenían un poco de paz, volvían a hacer lo malo en tu presencia; por eso los dejaste caer en poder de sus enemigos, los cuales los sometieron. Luego volvían a pedirte ayuda, y tú, lleno de compasión, los escuchabas desde el cielo, librándolos en muchas ocasiones. 29 Les aconsejabas que volvieran a cumplir tus leyes; pero ellos se creían suficientes y no hacían caso de tus mandamientos; violaban tus decretos, que dan vida a quienes los practican; fueron rebeldes y testarudos, y no hicieron caso.”
Nehemías 9:28-29
Somos hijos del rigor. Hasta q no estamos envueltos en situaciones críticas en las que realmente no podemos hacer nada al respecto, no vamos a los pies del Señor. Cuando ya todo se escapa de nuestras manos, corremos a pedirle su auxilio. Y Él, en su misericordia, nos recibe. Entonces, aplacamos nuestra sed, las cosas comienzan a normalizarse y ponemos el piloto automático. Sentimos un poco de paz y aflojamos. Nos relajamos. Nos ocupamos de “nosotros mismos”.
Hay muchas palabras que pueden definir ese estado de sentir un poco de paz como dice el versículo citado y que nos llevan a andar nuestros propios caminos, alejados del que Dios ha trazado para nosotros:
Letargo. Parálisis. Pasividad. Apatía. Sopor. Adormecimiento. Pereza. Inactividad. Insensibilidad.
¿Puedes identificarte con alguno de esos estados? ¿Estás en este momento un poco distante, como mirando de lejos al Señor, sin ganas de volver a él? ¿Sentís que no se te hace necesario?
Quizás te identifiques con otra de las actitudes que muestra este pasaje, creyéndonos “suficientes” o como dice en otra versión, “soberbios” (versículo 29).
Solemos separar los ámbitos de nuestra vida en seculares y espirituales. De los últimos nos ocupamos en la reunión de la iglesia, el devocional y hasta en momentos de oración que con esfuerzo logramos separar en el millón de ocupaciones diarias.
“De lo secular me encargo yo. Es mi trabajo, son mis amigos, es mi familia, son mis finanzas, es mi carrera, son mis estudios”. Parecemos niños de 2 años repitiendo “mío, mío, mío!”.
Es mi tiempo. “Después de que termine mi carrera podré darle con ella el servicio al Señor”. “Este es el tiempo de trabajar sin descanso, porque estoy en mi mejor momento productivo”. “Es imposible separar un tiempo con el Señor cuando estás sola criando a tus hijos todo el día”. “Ya soy muy viejo para ministrar, es el tiempo de descansar”.
La obediencia a medias, es desobediencia al fin. No podemos decir "el Señor actúa en mi vida, pero él sabe que yo perdonar no puedo" (por poner un ejemplo).
Cuando nos creemos suficientes y somos soberbios estamos desentendiéndonos de sus mandatos. Porque ni con nuestras fuerzas, ni con nuestras mentes ni con nuestros corazones lo estamos amando, y así desobedecemos el principal mandamiento.
O bien permanecemos rebeldes, testarudos, peleando con Dios mismo! Cada acción, decisión que tomamos y gira solo entorno a nuestro ego y nuestros deseos sin buscar la voluntad de Dios, es un acto de rebeldía, como si nosotros supiéramos que es lo mejor! Resulta ridículo actuar de una manera sin preguntarle a nuestro creador para qué propósito nos hizo, no?
Si hoy estás dormido, relajado, creyéndote suficiente o en actitud rebelde:
“Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles (…)” 2°Pedro 4:3
Basta ya el tiempo de seguir los malos caminos. Basta ya de actuar igual que tu vecino o tu amigo que no conoce a Dios, ir tras los mismos deseos, anhelar el éxito con los criterios de este mundo. Basta ya de conformarnos con vidas rasas, mediocres sin llegar a vivir la gloria de Dios y su reino. Basta ya de luchar contra Dios en empecinarnos a hacernos a nosotros mismos, como queremos ser.
Basta ya.